EL ARTISTA IMAGINERO

POR: Antonio de la Casa Quesada


PRÓLOGO

Hace ya algunos años desde que leyera en alguna publicación de la revista "PASION Y GLORIA", un artículo de Antonio de la Casa, en el que se relataba una historia sobre nuestro Cristo de la Expiración y su creador. Dicha historia me impresionó y no ha dejado de tener un lugar en mi memoria. Por eso, he creído que sería bonito hacer accesible este relato a todas las personas que componemos la Banda de Cornetas y Tambores de nuestra Hermandad de la Expiración y para todos los que participan y siguen nuestro BLOG y siguen a nuestra banda.

Gracias a Antonio de la Casa por hacer que con este relato, mis sentimientos se hiciesen mas grandes, hacia mis titulares y mi Hermandad.


EL ARTISTA IMAGINERO

Aquella tarde de Noviembre vestía el cuidado taller de plomizas penumbras. Se barruntaba en el ambiente la cercana tormenta, y en la calle, las idas y venidas de labriegos era constante. El artista podía oír desde su taller como las cabalgaduras intentaban mantener el equilibrio, patinando una y otra vez en los resbaladizos adoquines.
El hombre, cerrando los ojos, imaginaba la cara de esos esforzados campesinos, con esas profundas arrugas que parecían tallas a golpe de gubia. Y es que, en realidad todo lo que aquel hombre concebía en su mente era tratado como si fuera el próximo boceto de su inminente obra.
La tarde se tornó mas lóbrega y el artista tuvo que encender otro par de pequeños fanales para vislumbrar mejor aquel trozo de madera de pino que había encargado, y poder estudiar los pormenores del tronco: unos nudos aquí, unas betas allá. Bien. La calidad del madero era de su agrado.
Después dejó correr su vista sobre su banco de trabajo, y en una cuidada y detallada organización, se hallaban los diferentes útiles de su oficio así como diversos frascos bien identificados: carbonato cálcico, cola animal, oleos y pigmentos de diferentes colores, azul de Prusia... Junto al banco de trabajo, un atril sostenía un boceto pintado a carboncillo que, ahora se encontraba velado por un paño oscuro. Todo estaba en su sitio, bien ordenado tal cuál él le gustaba tener sus utensilios en aquel espacioso taller. Una buena organización en el trabajo le suponía no tener que estar buscando esto o aquello por los rincones, tal y como le decía su maestro allá, en Málaga, cuando el artista comenzaba a aprender su oficio.

Un dislocado viento comenzó a barrer las calles y el hombre tuvo que ajustar las postigos de la ventana para mermar el alborotado traqueteo de los cuarterones. Ya estaba pensado que esa visita que tenia concertada no iba a llegar cuando unos golpes en la puerta de la casa llamaron su atención. Escucho atento como Juana, su mujer, Abría la puerta y dejaba pasar a dos, quizás tres personas, no más. Echó un último vistazo al alrededor por si algo no estaba en su sitio, aunque él sabía que no iba a encontrar nada fuera de lugar.

- ¡José! tienes visita - dijo su mujer desde la habitación contigua.
- ¡Hazlos pasar!

Al momento, la puerta que daba paso al taller se abrió, apareciendo en el umbral una persona ataviada con vestiduras de monje, seguidos de otros dos. El artista reconoció enseguida al primero, pues ya habia tratado con algunos trabajos y se apresuró presto a besarle la mano.

- Padre Ximenez - dijo mientras se incorporaba - , honrais mi taller con vuestra presencia.

Aquel religioso no era otro que el padre franciscano Pedro Ximenez, predicador general y guardián del convento de San Francisco.

- El honor es nuestro - dijo el fraile - Al permitirnos venir a esta cita con tanta prontitud, aún conociendo que vos, José de Medina, tenéis siempre vuestro taller colmado de encargos y trabajos. Quiero que conozcáis  a estos hombres que comparecen conmigo. Ellos son D. Francisco de la Fuente y D. Alonso Manuel Guerrero, mienbro de la recién fundada congregación del Stmo. Cristo de la Expiración. Como ya os advertí cuando os visité en la catedral esta congregación quiere encargar hechura de la imagen de Nuestro Señor Jesucristo en la hora de su última Expiración. Vinieron a mi anteriormente por ver si yo conocía a un maestro imaginero que pudiera satisfacer su demanda, y al momento me acordé de vos. Lo demás ya lo conoceis. Ahora les cedo la palabra a ellos para que manifiesten sus menesteres.

Jose de Medina ofreció un asiento al religioso e invito a los otros a imitar al fraile mostrandoles asimismo el acomodo. Acto seguido alimento la escalfeta con un puñado de virutas que se amontonaban junto a él, y que mantenía el taller agradablemente templado.

- Señores - comenzó a hablar José -, como bien a dicho Fray Pedro tuve conocimiento de sus necesidades y aunque no ando falto de trabajo, consideré la petición como si de un encargo en forma se tratara por venir de quién venía. Así pues,y siguiendo la costumbre para este tipo de tallas, encargué este madero de buen pino que podéis observar aquí. También me he permitido la osadía, aún sin saber vuestros gustos y opiniones, de confeccionar un breve boceto de carboncillo sobre el cual podrían hacerse las modificaciones que creáis convenientes...

- Perdonadme la interrupción - dijo Francisco de la Fuente -. Agradecemos vuestra buena disposición para la realización del trabajo que nos trae aquí,pero antes de ver el boceto que habéis realizado sería de conveniencia que supierais algunas cosas de nuestra congregación. El fin primordial de nuestra hermandad es pagar el entierro de los congregados. Así se hace constar en los estatutos que están siendo escritos por Fray Pedro Guerrero. Y de igual forma que en otras congregaciones y hermandades ya se ha hecho o está en proyecto, queremos encargar una imagen de Cristo del martirio de la cruz,de relieve completo,que pueda ser venerada en un retablo, donde los hermanos puedan orar y dar mayor gloria a Dios Padre y a su hijo, nuestro Señor. Por acuerdos del capítulo se aprobó que la dicha imagen debería de representar el momento en el que Jesucristo exhaló su último suspiro de vida, y de ahí el nombre de nuestra cofradía...

Unos golpes en la puerta del taller interrumpieron las palabras, y al momento entró la esposa de José de Medina portando en sus manos una bandeja con copas, una rémoda de vino y algunas viandas que fueron bien recibidas por los allí presentes.

- A mi me gustaría añadir a lo dicho por Francisco - dijo Alonso Manuel Guerrero, tomando la palabra - que el deseo de los congregados es tener una imagen del Santísimo Cristo de la Expiración que despierte la veneración y el regocijo de todos aquellos que la contemplen, pues vos sabéis, José, que algunas otras imágenes se han encargado a maestros de no muy buena reputación y al ser contempladas por el pueblo, mas llama a la devoción han servido de burla y risa, sufriendo los hermanos la consiguiente vergüenza. En cuanto al precio del trabajo, como bien os dijo el Padre Ximenez aquí presente, nuestras congregación es joven, y aunque nuestra ilusión es mucha, nuestras arcas no andan sobradas de reales. Sabemos de sus trabajos en la Catedral, en la iglesia del Señor San Ildefonso, así como de otros realizados en los pueblos de Málaga y otros lugares, y reconocemos en su persona al maestro adecuado para la realización de la imagen que nos trae al caso...

- No quisiera yo que os preocupéis por el estipendio - dijo José de Medina a los dos congregados-. Antes bien y oídas vuestras razones sería mas conveniente que pasase a presentar la obra que puede ser confeccionada.

- Una vez que supe que la imagen seria de Cristo en su última Expiración, tuve que considerar la anatomía de una persona clavada a un madero que se esfuerza sobre manera en conseguir un aliento para sobrevivir. Al no tratarse de una imagen de Nuestro Señor ya muerto o, al contrario, recién clavado en la cruz, sino que está en el trance que separa esta vida de la otra, la posición tanto de su cabeza como la del resto del cuerpo debe expresar ese último instante de sufrimiento y dolor, de agonía postrera. Pues así debió de ocurrir ya que según las Sagradas Escrituras, Jesucristo Nuestro Señor sufrió y murió como hombre y como tal tiene que ser representado en la imagen que nos ocupa. Mientras que en su cuerpo ha de reflejarse todo el horror de la tortura y la tensión extrema de sus músculos por aferrarse aún a la vida, en su rostro, por el contrario, la mirada ha de ser ya perdida, la boca abierta intentado recoger ese aire que no le llega y, en definitiva, casi podríamos decir, un gesto sosegado, casi relajado, pues llega el momento de abandonar el padecimiento.

- Asimismo, la encarnadura del cristo tiene que ser acorde con las penalidades infligidas hacia su persona. Regueros de sangre recorren su enjuto cuerpo mientras que sus labios se tornan de un color amoratado. El pelo largo y moreno, descansa sobre sus hombros cayendo en ligeros bucles. Su rostro, girado hacia las alturas, es aguileño, reforzado esto con la forma de la barba. En definitiva señores, este es, a grandes rasgos, el proyecto que os presento de la imagen del Santísimo Cristo de la Expiración para esta congregación recientemente fundada. Ahora podríamos pasar a ver el boceto que he concebido sobre la base de lo anteriormente explicada, en lo cual, también quedan reflejadas las medidas de la imagen y de la cruz sobre la que irá clavada, si todo es de vuestra entera satisfacción y aprobación.


El taller quedó en silencio, solo roto por la ventisca que alborotaba el exterior. Si alguien podia hacer una imagen del Santísimo Cristo de la Expiración que realmente avivara en el sentimiento de las personas esa llamada de veneración y afirmación de la fé, no podria ser otro que José de Medina. Así lo pensaban los congregados, mientras que Fray Pedro Ximenez se congratulaba por haber acertado en la elección de José para cumplir las pretensiones de la congregación Expiracionista.
Con la emoción contenida, los invitados a la cita observaron como José de Medina cogía un hermoso tenebrario, en cuyo centro podía observarse una preciosa cartela en la que se representaba un pasaje de la biblia. Con extremo cuidado encendió cada una de las 7 velas de cera blanca que, una vez prendidas, aumentaron considerablemente la iluminación del taller. Con el candelero en las manos se dirigió hasta el velado atril, acto seguido descubrió el esperado boceto. Al momento, el asombro y la admiración se hizo audible en aquel estudio. Aquel esbozo del Santísimo Cristo de la Expiración era tal como José de Medina lo había descrito momentos antes.

Fué el Padre Ximenez el primero que se incorporó para ver de cerca aquella maravilla reflejada en el lienzo. A él le siguieron Francisco de la Fuente y Alonso Manuel Guerrero, que no cabía en sí de gozo. Su mirada recorría una y otra vez aquel apunte que, más que un breve esbozo era una pequeña obra de arte.

- José de Medina - comenzó a decir Fray Pedro con voz grabe y solemne -, verdaderamente vos estáis tocado con la mano del Altísimo. Si esta obra que se nos presenta en el bosquejo sois capaz de trasladarla a la madera, no tendré mas remedio que rendirme a vuestros pies y confirmar mi creencia de que sois el mas perfecto e inigualable escultor de imágenes que haya conocido.

Agradezco vuestras hermosas palabras, Padre Pedro, mas esto son solo armas de mi oficio, con las cuales intento que mis encargos sean del agrado de aquel que confía en mi. Como podéis observar, he detallado al máximo la expresión del Cristo, pues una imagen de estas características debe ser tan real que, todo el que la contemple sienta en su interior esa punzada de dolor, ese sentimiento profundo que supone estar presenciando verdaderamente la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. En cuanto a las medidas del Cristo de la Expiración, y teniendo en cuenta que su posterior emplazamiento, conforme a vuestros deseos, será un retablo, he considerado darle la altura de dos varas, quizás un poco más, aunque esto no es óbice para impedir que si, como tengo entendido, queréis procesionarlo alguna vez, no pueda ser perfectamente montado sobre un carro; por ello, el Cristo de la Expiración irá enclavado sobre una cruz de tronco redondo, de tipo arbóreo, con nudos desgarrados, de una medida de cuatro varas. Para concluir y dejar que estudiéis con seriedad este proyecto, os diré que todo el conjunto sería realizado con materiales de primera calidad, como es de mi costumbre, siendo auxiliado en las tareas de encarnadura por D. Francisco Muñoz, pintor que ya colaboró conmigo en la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, de la cofradía de Jesús de los Descalzos.


En la contemplación de este boceto - comenzó a decir Alonso Manuel Guerrero con la emoción marcada en sus palabras - podemos ver la grandeza de Dios. Creo compartir con mis acompañantes la grata turbación que me causa esta magnífica obra y solo pido al Creador que vos, José, podáis llevar a felíz término la misma, pues, sin mas dilación que la del discurrir diario, ya que siento dentro de mi el amor intenso, el fervor, la devoción y el ansia propia de poder admirar pronto este Cristo de la Expiración que aún no ha nacido.

Fueron estos unos momentos importantísimos para la reciente congregación del Santísimo cristo de la Expiración. Todos alabaron en justicia la prodigiosa obra de José de Medina, y tras llegar al trato sobre la remuneración, maneras de pago de la labor y plazo de entrega, levantaron sus copas, brindaron y dieron gracias a Dios.
Tras felicitarse mutuamente y reforzados aún más en la fé, tanto Fray Pedro como los dos miembros de la congregación abandonaron la casa del artista cuando ya las sombras de la noche convertían la pequeña ciudad en un oscuro paisaje sin figuras definidas.

A solas de nuevo en el taller, José miró atentamente el apunte del Cristo antes de cubrirlo otra vez. Apagó las velas del tenebrario así como los fanales que había encendido, dejando encendida solo una pequeña lámpara de aceite para no sumirse en la oscuridad completa.
Apagó asimismo el brasero y todo esto lo hizo con la extrema precaución, pues un paso mal dado significaría el desastre. Abandonando el estudio, se puso a tomar la cena y retirarse a descansar.
Pero el descanso no llegaba. Una y otra vez, José de Medina se revolvía en el lecho sin poder conciliar el sueño. Cerraba los ojos intentando dominar ese nerviosismo que le despabilaba, mas todo era inútil. Él sabría que no podría dormir hasta que no hiciera aquello que su corazón le mandaba; así que de un salto abandonó la cama; a hurtadillas, para no despertar a su esposa, bajó las escaleras que le conducían hasta el taller. Una vez allí, encendió de nuevo las velas y descubrió el dibujo.
Con la práctica que le daban sus años de escultor fijó el madero al banco de trabajo, buscó el lugar idóneo y apoyó la gubia, dándole la inclinación perfecta. Levanto la maza con su mano derecha y descargó un certero golpe sobre la gubia, arrancando de la madera la primera astilla.

Así comenzó, en aquella fría noche de Noviembre, en el taller de José de Medina, la gestación del Santísimo cristo de la Expiración.






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